Por estos días se cumplieron 200 años de lo que se considera la fundación de la industria azucarera. Todos los factores de poder han saludado lo que ha sido la base y fortaleza de la provincia, a sus creadores y pioneros, desde el trapiche del Obispo Colombres instalado en el Parque 9 de Julio.
Con numerosas crónicas publicadas estas semanas y entrevistas diversas se han puesto de manifiesto el esfuerzo de poderosos extranjeros que en algunos casos perdieron sus fortunas en esas inversiones (la acumulación primitiva del capital está tan bien contada y explicada por Marx que cualquier lector puede disfrutarla en sus textos). La mayoría de los apellidos patricios derivan de esta industria: la burguesía le ha puesto sus nombres a los ingenios. Pero también a los pueblos y colonias que se construyeron alrededor de las fábricas, a las villas y a sus barrios.
Ciertamente, Tucumán ha vivido del azúcar (una producción que hoy comparte con la citricultura, digamos todo). Pero también ha sufrido con ella. De los avatares y sus crisis derivadas de la anarquía de la producción, propia del capitalismo.
Así como con el Bicentenario de la Declaración de la Independencia debió contarse lo que se oculta (la violencia que representa la misma Casa Histórica, donde se reunieron los que ganaron y se excluyó a José Artigas, por ejemplo), en el Bicentenario de la Industria se debería recordar a gran distancia de la historia oficial.
Hablamos de la otra historia, no la de los vencedores sino la de los vencidos. Walter Benjamin, en su ‘Tesis de la Historia’ (número 7, 1940) cuestionaba al “historismo” (término según algunas traducciones) que construía el relato según los documentos y testimonios de los vencedores. No ha sido Marx quien descubrió las clases sociales, debe aclararse; Adam Smith fue quien en el siglo XVIII avanzó en su definición.
Cualquier historia que se quiera contar sobre la industria azucarera no debe obviar a sus trabajadores, a los obreros del surco y de la fábrica. Son ellos los que han producido la riqueza, a fuerza de machete, penurias y miserias de miles y miles de familias; a sudor y lágrimas. ¡Cuánto se ha disfrutado la canción de Palito Ortega ‘Changuito Cañero’ (1964)!, sin caer en cuenta que se trata de un verdadero himno elogio al trabajo infantil.
• Cada crisis de superproducción de la industria azucarera trajo consigo una concentración del capital y centenares de obreros sin trabajo. Se conoce mucho ya la que fue la mayor, la más cruel, digamos, la de la dictadura de Onganía que cerró más de una decena de ingenios en 1966, 1967, 1968 (más de 200.000 tucumanos fueron a poblar el conurbano bonaerense). Obvio, el proceso fue a favor de los grandes ingenios de Tucumán pero también de los Patrón Costas y Blaquier de Salta y Jujuy. Los historiadores locales que se han expresado por estos días nada dicen, por ejemplo, de las fábricas de Emile Nadra, que falleció hace pocos años sin haber sido indemnizado por esa expropiación: en esa concentración Nadra perdió tres ingenios y luego un cuarto.
• Desde hace algunos pocos años una nueva concentración del capital está en marcha (400 familias se quedaron sin trabajo por el cierre del ingenio San Juan, hubo cambio de dueños en Monteros y Santa Bárbara y no pocos perdieron sus empleos; algunos apellidos ilustres ya no figuran).
• Datos: la firma propietaria del ingenio Leales -y de La Esperanza, de Jujuy- de la familia Budeguer es una de las más poderosas del norte, pero principalmente por la cantidad de tierras, más que por lo que producen sus fábricas. Jorge Rocchia Ferro, por su expansión del azúcar al bioetanol y sus tres ingenios.
Otra mirada
A) La historia de la industria azucarera es la de los obreros del surco y de la fábrica, así como de sus familias, que llegó a involucrar a más de 100.000 personas directamente. Es la construcción de una federación sindical impulsada y regimentada por el peronismo pero que realizó durante esos mismos gobiernos sus principales luchas y huelgas: 1949 y 1974. La que suma gran cantidad de activistas y dirigentes torturados, desaparecidos y asesinados; numerosas luchas contra el cierre de las fuentes de trabajo en 1968 y 1969, movilizaciones masivas en la Plaza Independencia.
Es la historia contada con detalles en el informe de Bialet Masset (págs. 181 y ss, 1904).
B) ¿No es acaso el mito o la leyenda de El Familiar? Las denuncias y acusaciones sobre centros de torturas y detenciones que hoy (a 45, 46 años) están en curso en algunas fábricas. Hace un poco más de un mes la Corte Federal de Apelaciones de Tucumán ordenó el procesamiento de los empresarios Jorge Alberto Figueroa Minetti, Eduardo Butori, Alfredo José Martínez Minetti y Fernando Cornú de Olmos por considerarlos presuntos cómplices de crímenes de lesa humanidad contra al menos 68 personas que laboraban en el ingenio azucarero la Fronterita, o quienes vivían en sus colonias, y quienes fueron detenidos ilegalmente en el Centro Clandestino de Detención y Tortura que operaba en las instalaciones de la fábrica. Todos fueron torturados y algunos siguen desaparecidos en la actualidad.
Dos películas del cineasta Jony Perel, “Responsabilidad empresarial” y “Toponimia”, narran la complicidad; una de ellas, en la que menciona expresamente al ingenio cercano a Famaillá se exhibió en la Berlinale. Hace un par de meses se cumplieron 45 años del apagón en Jujuy y hoy Carlos Blaquier (Ingenio Ledesma) está próximo al juicio por delitos de lesa humanidad.
C) ¿Todo esto no forma parte de la historia de la industria azucarera? Y para qué hablar del famoso Fondo Patriótico Azucarero que aportaron los propietarios para obras públicas (1.000 millones de pesos entre 1976-77, aunque su destino es incierto) que les exigió y logró Bussi apenas producido el golpe militar. Y luego estarán los fondos para ayudar a la creación de distintos pueblos y las donaciones (voluntarias y no) de tierras.
D) En 1968, el movimiento artístico Tucumán Arde visibilizó algunas de estas situaciones en una intervención que se realizó en esta provincia y se expuso en Rosario (casi nada llegó a Buenos Aires). Aunque los historiadores y cronistas que hemos leído por estos días no lo mencionan, los videos, grabaciones, reportajes e instalaciones de ese Tucumán de 1968 se conocieron en París y en otras ciudades de Europa, antes que termine ese año. Fueron casi una veintena de artistas de grupos de vanguardia de Rosario y Buenos Aires los que participaron activamente.
El relato del bicentenario o de cualquier aniversario de alguna actividad, debiera contemplar el de unos y el de los otros, ganadores y perdedores, de los dueños de los medios de producción y de los que producen. Obreros y patrones.
El “historismo” del que hablaba Walter Benjamin niega una parte de la realidad.
Por eso, si vamos a escribir, contemos todo y con rigor.
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Jorge Figueroa – Doctor en Artes. Periodista.